Lyle & Scott. La historia de nuestra marca escocesa favorita.
Como muchas otras grandes historias, la aventura de Lyle and Scott comienza en la época victoriana.
Coetáneos a la gran escritora Virginia Wolf o la increíble ilustradora Beatrix Potter, estos dos amigos escoceses decidieron aprovechar la gran industrialización que había experimentado el país para introducirse en el mercado de la manufacturación de ropa interior de punto de alta calidad.
Como los de muchos y muchas otras, sus comienzos fueron muy humildes. Con tan sólo 800 libras, William y Walter lograron comprar una pequeña fábrica en Hawick, un pequeño pueblo situado en Scottish Borders.
Pronto la calidad de sus productos les otorgó una gran fama a lo largo de Escocia e Inglaterra, lo cual les permitió, en 1910, triplicar el tamaño de su fábrica. Claro que, para entonces, la moda y las formas en las que la gente se relacionaba con ella habían cambiado sustancialmente.
Muchas compañías desaparecieron al ser incapaces de adaptarse a las nuevas demandas que producían esos cambios sociales. Por supuesto, este no fue el caso de Lyle & Scott. Fue durante esta etapa cuando lanzaron la primera gama de prendas exteriores de vestir. Estas fueron diseñadas para atraer tanto a la población joven como al trabajador medio de la Gran Bretaña de la posguerra.
El éxito de la marca fue rotundo. Para 1950 ya habían introducido a su catálogo ropa de mujer y 4 años más tarde ya estaba colaborando con Christian Dior en una colección de ropa femenina de cashmere.
Esta etapa fue clave para la marca. A partir de los 50 comenzó a crecer más allá de lo mainstream y a finales de década ya había comenzado su conexión con la subcultura modernista.
Esta subcultura tiene su raíz en el Jazz. Su estilo elegante, fresco y cosmopolita, nace de la combinación del estilo ‘Ivy League’ americano y el propio de los y las artistas de jazz como Miles Davis o Billie Holiday.
Enamorados de las nuevas tendencias que traía la subcultura modernista, Lyle & Scott comienza a experimentar con nuevos colores, creando una nueva gama de productos más vibrantes, diferentes y elegantes que atrajeran a este público.
Como bien sabemos, toda forma o manifestación cultural establecida despierta, siempre, movimientos contra-culturales. ¿En este caso? Nuestros queridos y queridas mods.
Un grupo de jóvenes rebeldes -aunque bien vestidos- que, a través de la música y la moda, consiguieron escapar de la monotonía y convencionalismos sociales. Su evolución fuera de la escena modernista no impidió, sin embargo, que conservaran su gusto por Lyle & Scott, llegando así la marca a una generación totalmente nueva y rompedora.
Pero aquí están los 70. Una nueva década, una nueva sociedad, nuevas formas de entender la moda y, ante todo, mucho, mucho fútbol.
Hasta este momento, moda y fútbol eran dos conceptos que difícilmente se escuchaban dentro de la misma frase, pero con el movimiento casual esto cambió por completo.
Se dice que todo comenzó en Merseyde, cuando el Liverpool FC y sus aficionados y aficionadas conquistaron Europa. En Roma, París, Madrid…, los seguidores del Liverpool descubrieron todo un mundo de moda deportiva que no había llegado aún al Reino Unido. 
Como no, estas influencias de moda deportiva fueron llevadas por los fanáticos del Liverpool de vuelta a Reino Unido, donde tuvieron una gran acogida. De repente, la rivalidad entre seguidores y seguidoras de diferentes equipos ya no se limitaba únicamente al fútbol, sino al vestuario. En el fondo todo se trataba de ver quién vestía mejor o quién tenía la mejor ropa.
Lo que empezó como una cuestión anecdótica, se convirtió rápidamente en una forma de entender la moda casi dogmática. A raíz de ello, las marcas tradicionales británicas se abrieron camino hasta los armarios de los casuals.
Y, como es de esperar, Lyle & Scott triunfó en este nuevo mundo y el águila de la marca se lució en los campos de fútbol con mucho orgullo.
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